Él que no vive para servir, no sirve para vivir.
Así dijo un pastor, después de trabajar todo el día reparando su corral de ovejas.
Tuvo hambre, por lo que sacrificó un cordero...
Para ello eligió uno que se escapaba constantemente del corral o se alejaba del rebaño con frecuencia.
Al alimentarse junto a su familia dedicó unas palabras de alabanza a Dios, mas fue entonces cuando una voz como de trueno dijo:
¡No me agradezcas a mí, sino al cordero que mantuviste como esclavo junto a todo su rebaño, para luego sacrificarlo!
Tras lo que el pastor respondió:
Yo solo protejo a mis ovejas de los lobos, de algo tengo que alimentarme... ¡Además ese cordero no servía!
La voz contestó:
Tú eres solo otro lobo que acorrala para devorar a tu presa... ¡No me sirves!
El pastor quedó abatido. Cuando llegó el momento de sacrificar otro cordero, esta vez eligió el más obediente de todos...
Luego agradeció a Dios alabándolo. La voz de trueno esta vez dijo:
No me agradezcas a mi sino al cordero que se hizo esclavo junto a todo su rebaño, aún no eres mas que un lobo que le roba a otro para devorar a su presa... ¡No me sirves!
El hombre pensó mucho, decidiendose por vender todo su rebaño junto a sus tierras, para dedicarse al oficio de mercader en el poblado cercano.
Cuando su negocio fue próspero, el ahora comerciante agradeció a Dios alabándole...
Fue cuando la voz de trueno dijo:
No me agradezcas a mí, sino a las ovejas que vendiste... ¡Ahora no eres mas que un cordero esclavo en un corral de lujo!
A lo que el pastor contestó furioso:
¡ME CAGO EN EL SERVICIO Y EN LA PUTA OBEDIENCIA A DIOS!
Entonces una voz como de ángel le respondió:
!Ahora si me sirves, vuelve a pastorear tus ovejas!
El pastor volvió a su rebaño y ya nunca mas agradeció a Dios, pero si al lobo y a los corderos.
Duilion E. Brunello
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