Si tu no conocieras,
la esencia de mi alma,
no devorarías mi carne,
ni mis letras,
ni mis signos,
ni mis miradas,
ni te bastarían,
las palabras de mi piel,
para sentirte entregada,
inútil serían sus susurros,
o mi voz aterciopelada.
Pero tu cuerpo las conoce,
antes que diga nada,
entoces tu te abres,
como negra flor,
encarnada,
y ya tu pulpa,
mojada de fuego,
con todos tus labios,
apagas mi hielo,
sediento de amor
y de deseo.
Entonces me pierdo
y me encuentro,
entre tus pelos,
con mis manos,
me hundo en ti,
me revuelvo,
en tus tripas,
gimo, suspiro, jadeo,
espasmódico,
golpetéo,
arrebatado,
por el calor de tu cueva,
infernal lujúria,
soy de semen un diablo,
quemado por tu hoguera,
derretido en tus pechos,
de hembra penetrada,
dulce, tierna,
tibia de leche,
impregnada, acabada,
con tu olor en mi boca,
y tú empapada.
Así dormimos,
en una sola piel,
en una sola calma.
Duilion E. Brunello
Dedicado a Josefina Rojas.
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